23 de abril de 2008

El placer de leer




Según acaban de contar en el telediario, hoy se prevé vender el 10% de los libros que se venden todo el año, al menos en Catalunya. Una cifra que no está nada mal. Yo ayer ya hice mis compritas, para evitar aglomeraciones de última hora. Y por mucho que muchos critiquen que sólo hoy se vendan libros, que haya muchos que sólo hoy compren, que sólo Ruiz Zafón y otros mediáticos, como Buenafuente, vendan hoy... pues qué quieres que te diga, que me parece genial, que al menos, aunque sea por un día, tendrán el placer de la lectura entre sus manos.

Confieso que lo mío con los libros tiene un punto fetichista.

Confieso que a veces, cuando estoy agobiada, me gusta colarme en La Central. Ese olor a letra, a papel impreso, a cultura atrapada me pone :P

Confieso que me encanta deambular por entre los montones de libros, recrearme en sus tapas, en las ilustraciones; abrirlos, husmearlos, toquetearlos, hundir la nariz en sus lomos; repetir en voz bajita el título, varias veces, como si fueran mantras.

Confieso que a veces tengo flechazos y me compro libros simplemente por la portada o por el título. Es un riesgo: a veces ganas y otras, las menos, te quedas a medio camino. "Tu nombre envenena mis sueños", "Si te dicen que caí", "La nada cotidiana"... hay títulos maravillosos, verdaderas joyas de arte que valdría la pena recopilar en un libro. Como las portadas. La de veces que me he llevado novelas a casa sólo por el diseño, la ilustración o la foto de portada! También, es cierto, me pasa con los discos.

Confieso que a veces me dejo seducir y se lo pongo fácil. Voy avanzando lentamente por los pasillos de una librería cuando, como si fueran sirenas y yo un argonauta, me enredan con sus cantos, me atraen con sus voces sensuales y me hacen ojitos, hasta que logran que me acerque a ellos, los acaricie y acabe llevándomelos a casa.

Confieso que luego, en mi habitación, como si se tratara de un cuadro robado, los saco con cuidado de la bolsa, despacito, los ojeo y los coloco con sumo cuidado en la estantería. Y confieso que es también así como escojo en qué orden leerlos. Para mí es todo un ritual. Tras acabar un libro, me acerco a la estantería, me coloco frente a ellos, cierro los ojos y les dejo que me hablen, que me cuenten, que me susurren sus historias. A veces, algunos gritan tanto que voy directa . Otras, pelean entre ellos por hacerse con mi atención, temerosos de que no haya tiempo para todos y de que acaben perdiendo sus letras en el olvido. Lo que no saben es que yo pienso dedicarles una vida entera. Pero... shhhh, es secreto, no quiero que lo sepan y se confíen y dejen de esforzarse.




Y de todo este fetichismo la culpa la tiene mi padre. Cuando era pequeña, y aún no sabía leer, recuerdo que los viernes me llevaba a una especie de quiosco papelería que había en mi calle y me compraba un nuevo libro de una serie de cuentos tradicionales, como Simbad el Marino, Las bailarinas rojas, El soldadito de plomo...; eran rojos, finitos como un cómic y solían ser una historia tradicional explicada en grande, a toda página, y luego un par más en chiquito, como con viñetas.

Al llegar a casa, esos libros iban a parar a una especie de carricoche enorme para muñecas pero sin muñecas que tenía junto a mi cama. Y los leía y releía mil veces. Bueno, lo correcto sería decir que miraba los dibujos y los palotes aquellos que había escritos debajo de las viñetas, inventando qué dirían. Y eso lo hacía muchas veces, porque de niña, me dolían mucho mucho los tobillos y las rodillas; me daban unos ataques terribles y me pasaba mucho tiempo en cama; decían que eran dolores de crecimiento; si fuera así, sería un gigante, y no me hubiera estancado en mi 1,65cm. Pero bueno, durante aquellas nada felices noches en que los tobillos parecía que iban a estallarme y me hinchaba a llorar, aquellos cuentos me hacían compañía.

A veces, con un poco de suerte, si pillaba a mi padre en casa y estaba de buenas, venía y me los leía, aunque... a su manera. ¿Habéis oído hablar alguna vez de Blancanieves, una chica que se iba de marcha a tomar cubatas con siete enanitos? ¿No? ¿Y de una joven llamada Cenicienta que en la discoteca conocía a un apuesto joven? Así eran las versiones de mi padre. Para nada políticamente correctas. Y por no hablar de la de Caperucita... la Lolita de la capucha roja...



Luego aprendí a leer y pude empezar a entender lo que aquellos garabatos querían decir. Tras aquella colección de cuentos rojos -que evidentemente guardo-, llegaron muchas otras; en mi sillón tenía una especie de sofá de gomaespuma plegable de color naranja y solía sentarme allí a devorar los nuevos volúmenes. Sopaboba, el Gigante Bonachón, el Pirata Garrapata, De profesión fantasma, Un duende a rayas; e incluso se colaba algún clásico, como La Llamada de lo salvaje, de Jack London. Veneraba a Christine Nöstingler, una alemana que hacía libros divertidísimos; hace poco, encontré un libro suyo en una librería y se lo regalé a mis primitos y... ni caso. Quizás, como Puk, el Club de los siete, o Los Cinco, Nöstingler es también generacional. Y en segundo de EGB decidí que sería escritora. Pero ya es otra historia.

Leer es un verdadero placer. A mí me ha hecho soñar, reír, llorar, entristecerme y alegrarme; me ha hecho incluso viajar, literalmente, para conocer lugares leídos; me ha hecho vivir otras vidas; imaginar cómo quiero que sea la mía; enamorarme, sentir la muerte; tener un hijo; ser un polizón en un barco hacia el Nuevo Mundo; habitar una casa llena de espítus y mil historias más.

Leer es un verdadero placer. Así es que... Feliz día de Sant Jordi a todos.




Ah! El muñecote de arriba es Firmin, un ratoncito de Boston que se alimenta de los libros que se apilan en el sótano de la librería de viejo Norman y que aspira a convertirse en un gran autor. Es un homenaje a la lectura. Y a mí me lo han regalado hoy. Es de Sam Savage y está publicado por Seix Barral.

Aquí podéis leer el primer capítulo.

4 comentarios:

Oriol Quo dijo...

El olor -a personas que nos envolvieron- de los libros…
es una cosa.... impresionante!!



e impagable!! jajjaa
Arffff Yo... tras este St. Jordi.. también estoy en la ruina!

syl dijo...

Ay cuantas palabras que me suenan -tan- cercanas...como decía aquél, algun@s se vuelven loc@s yendo de rebajas...otr@s de librerías... :)

Cristinette dijo...

Va Oriol! Confessa!!! Què et vas comprar?? Vas caure??
Jo m'hi vaig resistir :D
Però em van regalar un parell de llibres que fan molt bona pinta, Suite Francesa, de la Irène Némirovsky, y Firmin.

Y Sylvia... sí, confieso que a veces caigo en el más absoluto consumismo compulsivo cuando se trata de libros...

Anónimo dijo...
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