29 de abril de 2008

El jugador de futbolín que quería correr por la banda



Éste podría ser un domingo por la tarde cualquiera, de esos en los que el tiempo pesa y la sombra del lunes crece y crece hasta hacerse insoportable; uno de esos domingos por la tarde en los que lo único que te apetece es quedarte en casa, repantingado en el sofá, haciendo zápping medio adormilado, mientras el tiempo, pastoso, te empapa el cuerpo, se te engancha y hace que moverte para coger el diario y escoger una peli al azar sea una tarea titánica. Éste podría ser un domingo cualquiera, de esos en que decides huir al cine, para ver si así se disipa la angustia de saber que al día siguiente comienza de nuevo la semana. Hoy empieza todo, siempre empieza todo. Y acaba.

Pero hoy no es domingo, sino martes. Y a pesar de todo, la angustia porque se esfume la libertad de la que goza se le agarra al estómago, a los músculos, al cuello y no lo deja casi ser. Con los brazos un poco en aspa y vestido con la camiseta del Barça, el jugador de furbolín que que quería correr por la banda, decide bajar al bar a tomarse unas cañas. PAra hacer más llevadera la espera, piensa. Y con el calor que le proporciona el alcohol, decide explicarle a la Barbie de al lado su triste historia.

Él siempre quiso correr por la banda, deshacerse de aquella barra de hierro que le atravesaba las entrañas y avanzar raúdo por el lateral del campo hasta colarse en la portería. Y, entonces, marcar algún gol. Pero lo cierto era que desde que vio la luz, hace ya unos cuantos años, le había tocado estar en el centro, sin pena ni gloria, y las únicas grandes jugadas con las que podía soñar eran desplazarse de izquierda a derecha, o viceversa, hacer el molinillo, en el peor de los casos, cuando caía en manos de algún inexperto; y, en el mejor, que el balón pasara rozándole las piernas y pudiera hacer una buena pasada. En alguna ocasión había ocurrido, sí, pero... ¡si al menos le hubiera tocado ser portero o delantero!

Llevaba un tiempo pensando que ya no aguantaba más. Por eso, esta mañana ha decidido escaparse y empezar a experimentar la vida: desde las cosas más triviales, como darse una vuelta por la Barceloneta, remojarse los pies en la playa o tomarse una paella y unas cañas; hasta ir a un partido del Barça o enamorarse de una Barbie, como ella, le dice con mirada pícara. Pero el jugador mucho teme que aquella sensación de libertad de la que hoy disfruta pronto se acabe. Sabe que tarde o temprano lo encontrarán, que está condenado a moverse por el campo de madera hasta que el cuerpo le aguante. Y que dejará de correr por la banda para volver a estar atravesado por su destino.


*Este minirelato está inspirado en el libro de cuentos que acaba de publicar Ramon Pardina, El jugador de futbolí que volia córrer per la banda (Ed. La Busca, 2007). Y forma parte de un repor o algo así que publicaré en breve en La Vanguardia. Si queréis ver parte de la juerga de este personaje, podéis clicar aquí.

1 comentario:

Oriol Quo dijo...

Bufff Genial reflexió aquest motiu per aquest dies... jejeje


... I com podríem dir per aquí:
... El món de cada u es transforma en un de molt més gran, només reconeixent el dels demés!