5 de abril de 2010

La niña Cactus


La Niña Cactus llora que te llora, sola, en un rincón. Y sus lágrimas resbalan por su piel de lagarto, cubierta de pinchos puntiagudos.

La Niña Cactus no sabe cuándo comenzó su metamorfosis. Ya no recuerda cuándo notó el primer pincho. Un buen día, al levantarse e irse a poner el uniforme de la escuela, se dio cuenta de que le habían salido unos pequeños bultitos por los brazos. Y con curiosidad, la Niña Cactus pasó el dedo por encima, suavito.

-¡Ai!

AI

La Niña Cactus se pinchó en la yema, como la Bella Durmiente, pero sin poesía. Y sangró un poquito. Y se puso una tirita. Y esperó que pronto desaparecieran, la Niña Cactus, aquellos pinchos inusitados. Como pasa con los granos.

La Niña Cactus cada vez tiene más y más pinchos. La Niña Cactus lleva manga larga y bata en la escuela. Para que nadie los vea. Pero los otros niños ya no quieren jugar con ella. Ni al pilla pilla. Ni al escondite. Ni a la comba.

-¡Pincha, mamá! ¡La Niña Cactus pincha!

La Niña Cactus está muy triste, requete triste. Y llora, llora. La Niña Cactus, sola en un rincón de la clase. Con sus pinchos. En los brazos, en las manos, en la espalda, en la cara. Cubiertos por su bata azul. Algunas compañeras se le acercan. Y tratan de jugar con ella. Desde la distancia. A pelota. Pero la Niña Cactus la pincha con sus pinchos. Y la pelota se deshace. Se desinfla.

Fiuuuuuu. Fiuuuuuuuu
u
uuuuuuuu
uuuuuuuuuuuuuuuuuuuu
u
u
u
u

La Niña Cactus llora.

-Dame un abrazo. Quiéreme, por favor. Estoy tan sola...

Y la abrazan, y los pinchos de la Niña Cactus se les clavan por el cuerpo. Sangran. Les hacen heridas. Y los niños huyen despavoridos. Y la Niña Cactus se enfada. Monta en cólera. Porque los pinchos con los que ha pinchado a los otros niños, se le clavan aún más profundo. Y le duelen tanto, tanto, tanto... Y ella también sangra. Y grita. Y no quiere a nadie cerca.



La Niña Cactus está muy triste, requete triste. Y llora, llora. La Niña Cactus, sola en un rincón de la clase. Con sus pinchos. En los brazos, en las manos, en la espalda, en la cara. Cubiertos por su bata azul. A dos metros de ella, resisten tres compañeros.

-NIña Cactus, Niña Cactus, déjanos ser tus amigos. Queremos ser tus amigos. Pero no nos pinches, por favor.

Y la Niña Cactus deja de llorar, un momento, los mira y sonríe. Y deja que sus compañeros se acerquen y le recubran el cuerpo de talco. Y le soplen un poquito, y le aplaquen su dolor.

La Niña Cactus va por la calle. Le han salido pinchos hasta en la cara. En el pelo. Ya casi no se puede peinar.

-Mira, mamá, por ahí va la Niña Cactus!
- Fea!
-Pinchuda!
-A que no me pinchas, Niña de los Pinchos?

Le gritan.

Y la Niña Cactus se mete las manos en los bolsillos, baja la cara y camina rápido. Mientras, flojito, se repite: No me importa, no me importa, no me importa. Y la rabia y la rabia y la rabia crece en su interior. Y la Niña Cactus nota como le salen nuevos pinchos en la nuca. ¡Ojalá pudiera dispararlos! Como si fueran globos de agua, se lamenta.

-¿Estás triste, Niña Cactus? No estés triste. Nosotros te queremos. Le dicen sus compañeritos.
- ¿Ah sí? ¿Aún me queréis?
-Claro
-Pues dadme un abrazo. Y la Niña Cactus llora que te llora, con una media sonrisa.
-Pero Niña Cactus... nos vas a pinchar...
-No, no, os prometo que no os pincharé.

Y la Niña Cactus clava bien hondo sus pinchos en la carne blanda de sus compañeritos y se restriega. Y les deja algún pincho dentro. Y sus compañeritos no entienden nada.

Y la Niña cactus se ríe. Rabiosa.
Y sus compañeritos huyen. Y sus compañeritos no entienden nada de nada. Y uno de sus compañeritos yace en el suelo, inerte. La Niña Cactus le ha clavado un pincho en el corazón.



La Niña Cactus está muy triste, requete triste. La Niña Cactus, sola en un rincón de la clase. Con sus pinchos. En los brazos, en las manos, en la espalda, en la cara. Cubiertos por su bata azul. Ensangrentada. La Niña Cactus que no podía querer ni que la quisieran.

La profesora se acerca a la Niña Cactus.

-Niña Cactus, ¿qué te pasa? ¿Por qué no juegas en el patio con los otros niños?
-No quieren jugar conmigo. Les duelo

Y entonces a la profesora se le ocurre una idea.

Y la Niña Cactus sale al patio con una venda blanca. Como si fuera una momia. Sus pinchos tapados.

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Ai.. pero cómo le duelen aquellas vendas! Sus pinchos, aprisionados. Pujando por salir. Sus compañeritos la miran, desconfiados.

-Podéis acercaros, ya no pincho. De verdad.

Y se acercan. Y alargan un brazo, un dedo, y la tocan con miedo.

-¡Es verdad! ¡La Niña Cactus ya no pincha! Ahora puedes jugar de nuevo con nosotros

Y la Niña Cactus llora por dentro. Le duele, le duele. A ella. Y juega a pillar. Y juega a saltar a la comba. Ya casi no se acuerda. Hace tanto que dejó de jugar. Pero a la Niña Cactus le duele, le duele. Y nota que en la palma de la mano, un pincho aparece entre las vendas. En la rodilla. En la barriga. En el cuello. Y a la Niña Cactus la invade la rabia. No quiere que sus compañeritos la descubran y la vuelvan a dejar sola. ¿Pero qué puede hacer? Trata de recortarse los pinchos con unas tijeras.

Ai, ai ai

¡Cómo duele, cómo escuece Niña Cactus!

Ai, ai, ai

¡Ayudadme, por favor! Les grita a sus compañeritos, que se acercan a ver qué le ocurre. Y cuando están cerca, la Niña Cactus les lanza pinchos. Y se les clavan en los brazos, en el pecho, en los ojos.

La Niña Cactus está muy triste, requete triste. Y rabiosa, requeterabiosa.

La Niña Cactus, sola, sola, sola, en un rincón de la clase. Con sus pinchos. En los brazos, en las manos, en la espalda, en la cara. Cubiertos por su bata azul. Ensangrentada. Ya casi no puede moverse. Tiene los brazos rígidos, hacia arriba. Y apenas puede girar el cuello.

Ella, la Niña Cactus que no podía querer ni que la quisieran. Que no quería querer ni que la quisieran.

5 comentarios:

burdon dijo...

Me ha dado un poco de mal rollo la niña cactus...lo del niño inerte me ha matao. Qué le pasa a la niña cactus? Tal vez si fuera con más cuidadito, si no intentara espachurrar a sus amigos con un gran abrazo, podría conservarlos.

pd. He contado por encima y creo que sale mencionada más de cuarenta veces la niña cactus. No hay duda de ello, es una niña cactus.

Cristinette dijo...

Qué le pasa a la Niña Cactus? Pues.. que el amor le duele. Y se siente sola y quiere estar con sus compañeritos, pero tiene tantas tantas heridas en el cuerpo, que la toques por donde la toques le haces daño. Y entonces, como un perro rabioso, se revuelve, y te culpa de su dolor, y quiere que te pinches, con ella.

Con la Niña Cactus todo va bien si mantienes la distancia de seguridad. No a menos de 3 metros. Hay mucha gente por el mundo que son Niñas y Niños Cactus...

Y sí, ;P, es una Niña Cactus

Rai dijo...

Mnnn, pero, si no recuerdo mal, en este tipo de historias, al final el protagonista siempre crece y pierde los pinchos o lo que sea... ¿O eso sólo pasa con los patos?

Un abrazo, siempre y cuando no tengas ninguna relación filial con la niña del cuento...

Cristinette dijo...

Rai,
hay historias en las que los niños cactus crecen y pierden las espinas, pero en otras, los niños pincho crecen y acumulan más y más pinchos, y no pueden perderlos, no saben. No te has encontrado con ninguna niña cactus ni ningún hombre espinas??


Y no, no tengo ninguna relación filial con la niña del cuento. Una vez fui compañerita.. algunas cicatrices sí que a veces me recuerdan a ella. :)

Gracias por los comments

Besos

Lídia Gàzquez dijo...

Sí, es un cuento como Dios manda, Tim Burton versión destroyer... No todos los cuentos acaban bien, mal que nos pese. Hay personajes oscuros y está bien no ignorarlos, dan de si para historias espeluznantes y muy atractivas. Hay cuentos bonitos y cuentos oscuros. O no disfrutábais con La Dimensió Desconeguda o LAs Historias para no dormir? Claroooooo. Felicidades, es una metáfora muy poderosa!

Besos de seda!

(PD: "hombre espinas", muy grande! XD)